martes, 6 de marzo de 2012

¡Cayó el rey del charco! (2)

Fieles al compromiso adquirido con nuestros lectores, presentamos nuevos elementos sobre la captura del Rey del charco. No existía plan alguno de captura, pese a la idea recurrente de que era necesario pescarlo antes de su muerte natural y el consecuente consumo por los chulos. La operación se decidió sobre la marcha, en medio de una expedición rutinaria destinada a complementar la olla con algunos ejemplares menores. En vista del fracaso de anteriores intentos y ante la pesca de un ejemplar mínimo, decidimos hacer como si no...pero sí...











Nuestra experta pescadora (foto anterior) y su acucioso ayudante Borona (abajo a la izquierda), engarzaron la pequeña presa al mínimo anzuelo de la rampa (ver su mano derecha) por la cola (de ella, la presa); con toda discreción la pusieron de nuevo en el agua, dejaron con displicencia la carreta en el piso y como quienes no quieren la cosa siguieron intentando la pesca en otro lugar y con otro anzuelo.
El Rey del charco, oculto en la profundidad, había seguido con atención todo el proceso y, con la boca echa agua, se aprestaba a cumplir una vez más con su tarea. El fotógrafo (imagen diferida, por supuesto, dado que el momento no estaba para autofotos) y varios sabuesos del equipo de Borona se agazapaban en las proximidades, prestos a intervenir en caso de ser requeridos: Benito, Yidis y Tololo (imágenes siguientes por orden de aparición).
Una vez la pequeña presa pasó frente a sus barbas con una extraña joya en la cola, el Rey lanzó su tarascazo. La pequeña atravesó veloz el túnel de su avidez y alcanzó a salir por la abertura de su agalla. "Al fin y al cabo no valía la pena!", se dijo el agresor dispuesto a cambiar de rumbo.Sin embargo, el anzuelo se quedó en el borde de su agalla y empezó la agitación.









Afuera hubo expectativa, una vez captamos que algo especial sucedía bajo el agua. Los sabuesos se agitaban. Luego vino la evaluación de las circunstancias. En conclusión, se trataba de no intentar sacarlo por la fuerza, porque podría romperse el hilo o zafarse el anzuelo, dado su tamaño. Había que cansarlo y, dado el caso, emplear otros medios para terminar la faena.
Cerca de una hora lo seguimos y lo guiamos por el charco, intentando detectar señales de rendición que no llegaron, mientras aumentaba la osibilidad de escape.






No hubo otra alternativa que la atarraya. Alrededor de 6 lanzamientos de Ernesto fueron necesarios hasta la rendición incondicional del objetivo.








Después vinieron la celebración y la culinaria, por supuesto.






















El congénere de menor tamaño que vino con el rey en la atarraya fue liberado. Es de suponer que habrá transitido a los suyos la enseñanza del evento, que podría ser algo como "¡El cumplimiento del deber no siempre nos trae buenas consecuencias!"

















1 comentario:

  1. Bueno...hoy 30 de Mayo/13 ingrese al sistema y por casualidad me puse a mirar blogs y oh sorpresa me encuentro con la odisea de pescar el gran pez de Nacho y Laura...sin entrar directamente al blog de Uds. escuche el comentario hace unos días y pensé en el suculento plato. Felicitaciones y saludito desde Girón....

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